
Su meta no era el cine, pero llegó a ella para hacerse grande. De la mano de Marco Ferreti triunfó con El Pisito y después llegaría El cochecito. Dos clásicos de una España sumida en la dictadura que necesitaba una forma de huir de la triste realidad. Él se la dio. Dijo una vez que su función era la de escribir cosas graciosas sobre cosas tristes y lo consiguió. Supo hacer bien su trabajo y fue reconocido por ello. Siete Goyas (el último a toda su carrera en 1998) y el Premio Nacional de Cinematografía (1982) así lo avalan. Se fue, pero ahora ya puede descansar en paz. La enfermedad se lo llevó, pero nos dejó sus historias rodadas y escritas. Con ellas no puede.
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