sábado, 19 de septiembre de 2009

Tarantino y sus 'Malditos Bastardos' reinventan la historia

Crítica de Malditos Bastardos.

Tras más entradas y salidas de la sala de montaje de lo que le hubiese gustado a Quentin Tarantino, Malditos Bastardos ha irrumpido en la cartelera enarbolando una bandera en contra del rigor histórico y convirtiendo a un puñado de personajes, a cada cual más esperpéntico, en héroes pasados de rosca capitaneados por un impecable Brad Pitt.

En Malditos Bastardos lo que menos importa es la historia con mayúsculas, lo que ocurrió realmente en esa Francia ocupada por los nazis. Lo que realmente interesa es la otra historia, la que cuenta un Tarantino con el gatillo menos flojo de lo habitual pero tan violento como siempre. La trama es sencilla, que no simple. Un grupo de soldados que se hacen llamar a sí mimos los “bastardos” se dedica a recorrer Francia en busca de nazis a los que matar y arrancar la cabellera. Como si del salvaje oeste se tratase y ellos fuesen indios, el responsable del grupo, Aldo Raine (Brad Pitt), recluta a los soldados más sanguinarios que puede para llevar a cabo su única misión: matar nazis. Frente a ellos, un caza judíos, Hanz (Christoph Waltz), que se cree Sherlock Holmes y que será el encargado de dar la réplica al grupo de bastardos.

La película está orquestada en capítulos (cinco para ser exactos) a lo largo de los cuales se presentan los distintos estadios de la trama hasta llegar a la resolución. Ahí es donde Tarantino se pone la historia por montera y reinventa el final de la II Guerra Mundial. Un desenlace que nada tiene que ver con lo que ocurrió. Pero eso es lo de menos, Malditos Bastardos no es un documental ni se basa en la pretendida realidad como la Valkiria de Bryan Singer y Tom Cruise. Lo que busca el espectador no es aprender, sino ver a Brad Pitt realizando uno de los mejores papeles de su carrera gracias a momentos memorables (léase su intento por hacerse pasar por italiano) y/o a un sorprendente Christoph Waltz ejerciendo de un demonio demasiado estúpido y egocéntrico como para saber cuándo ha caído en una trampa. Y con ellos un coro de personajes secundarios más que interesantes, con especial atención a Fedrick Zoller (Daniel Brühl) y Hugo Stiglitz (Til Schweiger).

Situaciones rocambolescas, diálogos cargados de ingenio y frases absurdas a partes iguales, personajes con mucho peso, dinamismo, música ad hoc, violencia y un final apoteósico es lo que ofrece Malditos Bastardos. Una película con peso y con un solo pero, los personajes hablan, y hablan, y hablan, y hablan. Quizá le falte un poco de acción y le sobre un poco más de metraje. Pero aún así, las dos horas y media de película se llevan bien. (M. J. Arias)