Crítica de Mentiras y Gordas
No hay nada como un buen gancho para movilizar a las masas a las salas de cine en estos tiempos de crisis que corren. Ésa es la gran apuesta de Mentiras y Gordas, el último trabajo del dúo Albacete y Menkes, que cuenta con un cartel plagado de caras jóvenes y televisivas como mejor reclamo publicitario. Hugo Silva, Maxi Iglesias, Yon González, Ana de Armas y otros tantos como ellos son los protagonistas de una película cuyo argumento está plagado de tópicos, drogas, sexo y música tecno. ¿O no?.
Los protagonistas aseguran que Mentiras y Gordas es algo más que todo eso. Que va más allá de un grupo de jóvenes que sólo piensan en drogarse y ligar. Y, en cierta forma, tienen razón. Si se quita toda esa capa de suciedad que les envuelve, lo que se encuentra debajo son los sentimientos de un grupo de personajes esencialmente perdidos. Algunos son incapaces de aceptar su homosexualidad. Otros se refugian en las drogas para evitar madurar y pensar en qué hacer con sus vidas. Y luego hay otros con problemas tan simples como que la píldora y la ansiedad han construido un enorme flotador a la altura de la cintura que provoca el rechazo de los más superficiales. Aunque a lo mejor no es un problema estético, sino de autoestima.
Ésas son sus historias. El sexo compulsivo y el consumo de drogas no es más que el entorno que les rodea, un entorno en el que los adultos han desaparecido casi por completo, como en todo producto dirigido a adolescentes que se precie. ¿Se acuerdan de Al salir de clase? ¿Alguno ha visto Física o Química? Pues algo así, con la diferencia de que en este caso los protagonistas andan más cerca de la universidad que del instituto.
Con algún que otro momento de humor y moraleja al final, Mentiras y Gordas promete, sobre todo, dar mucho de lo que hablar con dos lecturas posibles. Una primera, la más superficial, para aquellos que salgan del cine diciendo aquello de “¡Virgen, virgen, qué mal está la juventud de hoy en día”. Y otra, algo más profunda, para los que vean un poco más allá y comprendan que los problemas de los protagonistas no son exclusivos de la adolescencia. Cada uno es libre de elegir su propia visión, pero una cosa está clara, ni los adolescentes son tan malos ni Mentiras y Gordas es un retrato social. Las generalizaciones nunca son buenas. (M. J. Arias).
sábado, 28 de marzo de 2009
Algo más que mentiras
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