lunes, 13 de abril de 2009

Un thriller simple y ‘facilón’

Crítica de La lista.

Un sentimiento de frialdad es lo único que se mantiene vivo después de ver La lista, un thriller con más aspiraciones que contenido y que ni siquiera llega a ser lo suficientemente malo como para criticarlo a conciencia. El problema principal es la trama, demasiado simple, previsible, y que despierta la terrible sensación de déja vu que invade últimamente las salas de cine. El secundario, que la caracterización de los actores no termina de convencer. Su acierto es que está bien hecha, muy bien hecha, y, salvo apuntes más para los amigos de las anécdotas que para espectadores críticos, lo cierto es que Madrid sale muy bien parada.

El argumento resulta bastante sencillo de explicar. Un contable aburrido e insípido, Jonathan McQuarry (Ewan McGregor), tropieza en lo que parece un encuentro casual con el apuesto y atrevido Wyatt Bose (Huhg Jackman), quien le hace espabilar introduciéndole en un elitista club de sexo en el que coincidirá con la bella y misteriosa S (Michelle Williams). Un mundo de apariencias en el que todo lo que parece casual no lo es, como era de prever. La trama se complica, por decir algo, cuando el malvado Bose secuestra a la chica. A cambio quiere que el contable juegue con unas cifras y haga crecer su patrimonio en 20 millones de dólares. Ahí es nada. Pero su plan no es tan perfecto como creía.

La acción transcurre entre Nueva York y Madrid. En la gran manzana es donde arranca la historia, una ciudad de vicio y perdición en la que los altos ejecutivos comparten sus más bajas pasiones. En la capital de España es donde los protagonistas se citan para batirse en duelo y resolver sus problemas. Madrid se convierte así en una protagonista más. Y luce bien en pantalla, pese a que en la ficción hollywoodiense haya un Banco Nacional de San Sebastián en Madrid con sede en el Instituto Cervantes (sí, suena a chiste) y alguien diga la memorable frase “vamos a un lugar tranquilo”, léase el Paseo del Prado. Anécdotas para espectadores nacionales e internacionales que conozcan mínimamente el centro de Madrid.

Pero para anécdota de bulto queda la caracterización de los personajes, tan simple como el argumento. Si un hombre lleva un peinado moderno y viste de Armani es inteligente. No hay duda. Si luce flequillo y gafas estamos ante un auténtico panoli. Conclusión: basta con que el segundo se cambie de corte de pelo y se ponga lentillas para que la inteligencia y la agilidad mental se apoderen de él. Quizá sea un guiño a Clark Ken y Superman. O un estudio científicamente probado. O, simplemente, una pésima caracterización.

La película en su conjunto flojea, pero la dirección de Marcel Langenegger hace que La lista no sea del todo mala, aunque tampoco vaya a pasar a la historia del cine. Ni siquiera en la categoría de producto de entretenimiento. Entra más bien en el grupo de esas películas que el espectador ve y rápidamente olvida que lo ha hecho. Sin más. Sin decepciones. Sin lamentos. Sin malestar por el dinero gastado. Simplemente, la olvida. (M. J. Arias)



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