lunes, 14 de diciembre de 2009

Donde viven las emociones

Crítica de Donde viven los monstruos.

De un cuento infantil con apenas unas frases de contenido, Spike Jonze se ha sacado toda un historia, Donde viven los monstruos, que supone una de las películas más personales, particulares e interesantes que ha dado el cine este año que está a punto de clausurarse. Intentar clasificarla dentro de un género u otro resulta un empeño absurdo, porque la belleza de Donde viven los monstruos radica precisamente en su imposibilidad de categorización. Es una historia destinada a aquellos dispuestos a dejarse llevar en una sala de cine. Aquellos a quienes no les importe que jueguen con sus estados de ánimo y que, incluso, disfruten con ello.

Con un arranque espectacular en cuanto a situación, ritmo y planteamiento, la película es una auténtica montaña rusa emocional. Max, el protagonista, y los propios monstruos se dejan llevar por lo que sienten en cada momento transmitiendo al espectador sensaciones que variarán dependiendo de la experiencia personal de cada uno o del estado de ánimo con el que se acudió a la sala.

Max tiene nueve años y se comporta con arreglo a su edad. Es inestable, caprichoso y voluble y sus nuevos amigos, también. Son monstruos en lo físico, pero no dan miedo por su aspecto, sino por la capacidad para pasar de un estado de ánimo a otro. De la ternura, a la violencia. Del amor, al odio. Como el ser humano. Por eso es especial Donde viven los monstruos, porque verse retratado es inevitable. Cada monstruo representa una personalidad distinta, un sentimiento. Todo el mundo alberga un monstruo en su interior. Ésa es la idea central. Violento, afable, cariñoso, arisco… es lo de menos.

Pese a que en su nacimiento se debe a un libro para niños, ésta no es una película para infantes. Es, más bien, una historia sin edades. Todo dependerá de la madurez del espectador y de su capacidad para entender lo que se le está contando. Tampoco es una película de monstruos. Ni de un niño que huye de casa porque no soporta a su familia. Es un trabajo cinematográfico sobre sentimientos, comportamientos, reacciones… un catálogo del amplio abanico emocional del ser humano.

Basta con tener un cierto grado de sensibilidad para hallar en Donde viven los monstruos una pequeña y sencilla obra de arte. Un estudio psicológico que no lo parece. Una película que merece ser vista en más de una ocasión y que, seguramente, ofrezca un visionado distinto cada vez. (M. J. Arias)




1 comentario:

Leti dijo...

¡hola maria josé! tenía muchas ganas de ver esta película y ,ahora que sé que te ha gustado a tí, ¡me apetece aún más!

espero que estés bien :) a ver si coincidimos pronto