miércoles, 9 de diciembre de 2009

Luna, sí. Nueva, no.

Crítica de Luna Nueva.

Siempre se oye a quienes más ruido hacen y por eso se tiende a pensar que la opinión que más alto se expresa es la más extendida. Un claro ejemplo de esto es lo que ocurre con el fenómeno vampírico-adolescente del momento. La historia de amor entre un rostro pálido adicto a los glóbulos rojos y una simple y llana mortal levanta pasiones en medio mundo y hace que hordas de púberes (y algunos que hace tiempo que dejaron atrás los granos y los permisos paternos) acudan al cine para saber cómo acaba una historia predestina a un final feliz desde el primer fotograma (o la primera página en su versión impresa). Pero el hecho de que sea un éxito en taquilla no convierte a Luna Nueva en una buena película.

Afirmación ésta que nada tiene que ver con los ejercicios de pedantería de aquellos empeñados en desacreditar el cine comercial. Alfred Hitchcock hizo cine comercial y era un maestro. La catalogación de Luna Nueva como subproducto cinematográfico tiene más que ver con la ausencia de calidad en el mismo que con temas ajenos a lo estrictamente cinéfilo. En los que, todo sea dicho, se ha comprobado que Crepúsculo es un éxito en cuanto a campañas publicitarias se refiere. El problema de Luna Nueva y, por extensión, de la saga completa, radica en la base. La falta de originalidad y el compendio de estereotipos que se esconden tras una pretendida historia con enjundia resulta descorazonadora.

Nada hay de novedoso en dos adolescentes (aunque uno de ellos asegure tener más de 100 años) que se enamoran y tienen que salvar cientos de impedimentos para estar juntos. Los tríos amorosos tampoco se han descubierto ahora. Eso por no hablar sobre qué opinaría Drácula si levantase la cabeza y viese en lo que han quedado sus congéneres. Pero lo más insultante de todo es ese aire de producto enlatado que irradia toda la película. Ocurría en Crepúsculo y el error se repite de nuevo en Luna Nueva pese al cambio de director.

Los planos, las escenas, las secuencias… se suceden uno tras otras sin que el espectador deba hacer un mínimo esfuerzo por involucrarse. Todo va como rodado. Es como si se supiese qué va a ocurrir en la siguiente escena sin necesidad de haber visto ya la película o haber leído el libro con anterioridad. Además, está ese extraño afán por ralentizar algunas secuencias en un intento fallido por darle más dramatismo a una película en la que lo peor de todo no es el guión, el desarrollo, la realización, la dirección, la historia, la música… Lo peor de todo son las actuaciones.

Puede aceptarse que Edward Cullen (Robert Pattinson) es un vampiro cuya inexpresividad va con el papel. Pero, lo de Bella Swan (Kristen Stewart) clama al cielo. Una misma cara para un abanico de emociones que pasan del embelesamiento al más profundo sentimiento de dolor. Así no hay manera de elevar la calidad de un subproducto cinematográfico condenado al olvido una vez que la actual generación de adolescentes pase al siguiente estadio de su vida.

P.D.: Si alguien tiene de verdad interés en ver una buena película titulada Luna Nueva, que opte por la de Cary Grant. Nada que ver con vampiros y mucho mejor en todos los aspectos. Es cine de verdad. (M. J. Arias)




No hay comentarios: