Crítica de 88 minutos.
Existe una raza de actores capaces de facilitar que un mal guión pase a ser una película relativamente buena. Sin embargo, hay casos en los que ni siquiera gente con el talento y las tablas de Al Pacino puede hacer que una historia evolucione de telefilme de baja calidad -inadecuado para otra hora que no sea la de la sobremesa- a producto de calidad. Y ése, tristemente, es el caso de 88 minutos. Lo que promete ser un thriller apasionante en el que el doctor Jack Gramm deberá luchar contra su antagonista para salvar la vida (ha recibido una llamada anónima que le avisa de que morirá en 88 minutos) se convierte en un paseo sin sentido por el Seattle más bullicioso y por un camino de sospechas que no parece llevar a ningún sitio.
Gramm (Pacino) es un prestigioso psiquiatra que cuenta con su propio gabinete, un despacho en la universidad y una entrada en la agenda del FBI para los casos más complicados. Precisamente uno de ellos será el desencadenante de la tragedia. Hace unos años, un asesino en serie llamado Jon Forster (Neal McDonough) torturó y asesinó a una joven en su piso. El testimonio de la hermana de la víctima y la experta opinión de Gramm lo condenaron a la pena de muerte. Pero, maldita casualidad, justo el día en el que debe hacerse efectiva, el psiquiatra recibe la amenaza y se cometen asesinatos con el mismo patrón criminal que implican al médico. Un argumento manoseado hasta la saciedad al que hay que unir otro tópico: un trauma en el pasado del protagonista que aún lo tortura.
Con una historia así entre manos, poco se puede hacer. Al Pacino se desenvuelve como buenamente puede entre un reparto plagado de párvulos en el que las féminas sueñan con llevárselo a la cama. Entre el grupo de estudiantes destaca la aparición del OC Benjamin McKenzie, que puede presumir de haberse encarado (aunque sea en la ficción) con Al Pacino y que demuestra que, además de interpretar a un torturado adolescente, también puede ejercer de post-adolescente insípido. Todos serán sospechosos de ser los cómplices de Forster. Un juego de suposiciones y falsos culpables en el que los inocentes no lo serán tanto y en el que de haber habido un mayordomo, éste habría sido el asesino.
Un mal argumento, una resolución pésima, un coro de actores regulares, una explosión a destiempo y sin sentido, diálogos para el olvido y una cuenta atrás que no parece ir con ninguno de los implicados ni ajustarse a ninguna dimensión temporal. Hasta Pacino -y digo esto sabiendo el riesgo que corro de que me acusen de sacrílega- está para olvidar. (M. J. Arias)
miércoles, 30 de abril de 2008
Esta peli es una ruina
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