Crítica de Speed Racer.
Pese a su merecida fama de 'raritos', lo hermanos Wachowski , Andy y Larry, han conseguido aparcar por un momento las paranoias mentales que nos apabullaron en Matrix para filmar una historia familiar con todas las de la ley. Buenos sentimientos, malos malísimos, el triunfo del bien por encima del mal... Todos esos ingredientes con los que una buena película para todos los públicos debe contar. Por tener, tiene hasta un simpático mono que hará las delicias de los más pequeños. Y todo esto sin olvidar lo que ha hecho a los Wachowski ser pioneros en el cine, una puesta en escena espectacular que impresiona. Lástima que la historia haga aguas por todos lados.
Con estética de cartoons, Speed Racer cuenta la vida de un muchacho para quien lo más importante en el mundo es su familia y sentarse al volante de su espectacular Mach 5, un coche de carreras con todos los gadgets que puedan imaginarse. Sólo le falta hacer la colada y planchar para ser perfecto. Pero en tan idílico mundo, el del joven Speed (Emile Hirsch), hay algo que falla: el poder que algunos magnates corruptos ejercen sobre la pista. Después de todo, correr es un negocio. Ahí precisamente es donde entra en escena un misterioso Racer X (Matthew Fox), quien, parapetado tras una máscara, lucha contra los malos. Éste convencerá a Speed para que le ayude en su pelea. Juntos hacen un buen equipo, por lo que el virtuoso piloto del Mach 5 llegará a pensar que su misterioso compañero es su hermano Rex, al que idolatraba y que murió hace años en un peligroso rally en el que él participa ahora en beneficio del bien.
Ellos dos son los verdaderos protagonistas, pero hay más. La familia Racer la completan la madre de Speed (Susan Sarandon), el padre (John Goodman), un hermano pequeño y un mono. Y con ellos siempre estará Trixie (Christina Ricci). Un espectacular elenco de actores que se convierte en los dibujos animados de la serie creada por Tatsuo Yoshida. Luego, a parte, están los malos, que, como en toda película para niños, están caracterizados como tal para que no haya duda y no se corrompan las mentes más susceptibles. Bigotes enrevesados, risa estridente y una estética oscura. Con esa pinta sólo se puede ser el malo.
La historia es la que es. No tiene más y realmente decepciona. Blanda, edulcorada y con lagunas que nadie parece haber descubierto, lo mejor de Speed Racer es el espectáculo en sí. Visualmente intachable, basa su éxito en la adrenalina pura y dura. Las carreras hacen vibrar en su butaca al espectador, que lo único que quiere es echar de la pista a los malvados rivales y que el bueno, Speed, gane. Pero eso es todo, carreras y más carreras. El espectáculo por el espectáculo. Fuegos de artificio que se quedan en eso, pero sin una buena historia que les apoye detrás. Al fin y al cabo es una película para un público infantil, por mucho que choque que sean los Wachowski los que están detrás. Es posible que la estética cartoon lo justifique todo. En una peli de dibujos todo puede pasar. (M. J. Arias)
viernes, 9 de mayo de 2008
Fuegos de artificio
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