jueves, 14 de enero de 2010

Un Sherlock Holmes tan sagaz como camorrista

Crítica de Sherlock Holmes, de Guy Ritchie.

¿Qué pensaría Arthur Conan Doyle de lo que han hecho con su Sherlock Holmes? Puede que no le gustase. La afirmación es de Robert Downey Jr., protagonista de la última aventura cinematográfica de Guy Ritchie. Una aseveración que puede ser cierta (nunca lo sabremos), pero intrascendente. No es al fallecido Sir a quien hay que convencer, sino al espectador. Y, a la luz de los resultados cosechados en la taquilla estadounidense -Sherlock Holmes es la única película que ha sido capaz de hacer sombra a Avatar-, el público se ha puesto de su lado. Es para estarlo, ya que, sin ser un trabajo de los que marcan la historia, Sherlock Holmes resulta una buena película que sabe cumplir con perfección milimétrica su función: entretener.

La última de Ritchie tiene todos los ingredientes necesarios para hacer un gran producto dentro del género: acción, misterio, aventura e intrigas. De las últimas, tanto amorosas como políticas. Con estos elementos como tarjeta de presentación, llega a los cines españoles un Sherlock Holmes revisado desde el respeto. Porque, aunque el personaje conserva su esencia para la película, hay aspectos que se han introducido con el propósito de dotarle de un aire más fresco. El inquilino del 221B de Baker Street sigue siendo un detective con una capacidad inaudita para la deducción, unas dotes como observador apabullantes, un carácter complicado (léase misógino y adicto) y una lengua tan ágil como afiliada. El Sherlock de Ritchie es eso y algo más. Si el original de tinta y papel trabajaba con su mente, el de ahora se sirve también de sus puños para resolver los casos. Éste, en concreto, se centra en la misteriosa resurrección de un Lord aficionado a las artes oscuras que pretende instaurar un nuevo orden. De terror, se entiende.

Pero si la semblanza del detective cambia, aún muda más su sagaz y servicial ayudante Watson (Jude Law). El doctor al que la mayoría recuerda regordete y segundón, sólo conserva de esa imagen el bigote, porque en la película el personaje de Watson no es una mera comparsa, sino que ejerce de compañero y resulta tan importante a la hora de resolver los misterios que les acechan como la cabeza pensante del dúo. Eso en cuanto a la psicología, porque en lo referente al físico obvia decir nada.

Acompañando a Holmes y Watson, dos protagonistas de altura. Por un lado la propia ciudad. Un Londres victoriano recreado para la ocasión y que forma parte de la trama siendo un actor más. El otro, el malo malísimo Lord Blackwood, al que interpreta un perfecto Mark Strong, que repite a las órdenes de Ritchie. Pese a que jugaba con el riesgo de convertirse en un simple calco del arquetipo de malvado con dotes oscurantistas y magia negra que quiere acabar con el mundo, Strong realiza un trabajo mucho más que digno como antagonista. Quien sí que no parece otra cosa que elemento decorativo o macguffin es Rachel McAdams con su personaje de Irene Adler. No es culpa suya, es que la dibujaron así.

Uno de los aspectos más interesantes de Sherlock Holmes como película es la realización. Es decir, cómo Ritchie ha utilizado el lenguaje cinematográfico para ponerlo al servicio de la historia y adentrarse en la complicada maquinaria de deducción del personaje principal. Para lograrlo, el director utiliza un recurso consistente en anticipar lo qué va a hacer el personaje mostrándolo a cámara lenta tal cual lo visualiza Holmes en su mente. Una vez tejida la trampa, sólo hay que ponerla en marcha. Para ello, basta con volver a proyectar las imágenes, pero esta vez a un ritmo mayor de manera que el espectador no se aburra. Así puede observarse el plan y su puesta en escena. No es nuevo. Ya se ha hecho antes. Un ‘truco’ bien utilizado en Sherlock Holmes por su utilidad y cuyo mérito a la hora de introducirlo reside en la capacidad para hacerlo en su justa medida, sin abusar de él.

El punto flaco para quienes no gusten de la estética del director inglés residirá, sin duda, en la apariencia de videoclip de algunas escenas (como las luchas, por ejemplo). Pero guste o no, lo cierto es que se trata del sello del autor y sin él, no sería lo mismo. Como tampoco lo sería sin el socarrón humor de Robert Downey Jr. Quizá sería un Sherlock Holmes más parecido al que pintó Conan Doyle. Pero eso, ya se lo hicieron otros. (M.J. Arias)





2 comentarios:

Leti dijo...

Hola Mª José! Yo la vía ayer y me encantó. Pasé un rato muy entretenido que, después del tostón de Avatar, se agradece.
Estoy de acuerdo contigo en casi todo, excepto en el personaje del “malo de la peli”. Me pareció poco definido, y al final te daba igual que viviera o muriera. El que está estupendo es Robert Downey, el mejor de la película sin duda alguna.
En cuanto a la estética maravillosa, quién se podría haber imaginado un Londres así 
Y la estética de videoclip, pues bueno, si vas a ver una de Guy Ritchie, sabes que es lo que vas a encontrar, es un estilo que ya hemos visto en Snatch o Lock & Stock. A mí sí que me gusta y me parece que lo utiliza muy bien para hacer que una historia que tampoco se sale de lo normal te tenga totalmente enganchada.

Cyllan dijo...

No estoy nada segura de que esta visión del personaje, apartada de las novelas, me vaya a gustar. Pero tengo demasiada curiosidad como para dejar de verla. Aunque eso que dices de que cumple su función que es entretener miedo me da.